──────Pocket mirror──────


      «Guarda tus memorias a un buen recaudo»

              Pocket Mirror: GoldenerTraum

«Pocket Mirror: GoldenerTraum» sigue la historia de una joven amnésica que despierta en un castillo de apariencia onírica. Mientras lo recorre en busca de su nombre —de su sentido de identidad— se encuentra con diversas muchachas y entidades extrañas, hostiles en su mayoría. Todas parecen saber más sobre ella, aunque ninguna está dispuesta a decirle la verdad. A través de estos encuentros, la protagonista desentraña fragmentos de su pasado, descubre reflejos distorsionados de sí misma… y entiende, lentamente, quién ha sido. La historia, sin embargo, nunca entrega respuestas completas. Como un espejo empañado, su verdad debe interpretarse, no recibirla.
     
         «No lo dejes ir nunca. ¿Entiendes?»

El primer punto a comprender es —ella—

La protagonista y el motor primario de la narrativa. Su identidad ha sufrido una fragmentación psíquica que desdobla el “yo” en tres manifestaciones: ——Fleta, Harpae y Lisette——. Todas son reflejos de su mente, máscaras de un dolor originario. Egliette, en cambio, no es una personalidad, sino una creación imaginaria nacida de Fleta. Un eco dentro del eco. Una reina para la princesa rota.

                                   Fleta

                     «¡Pero no lo entenderías! ... Dijiste que ni siquiera me conocías... ... ¡Me vas a dejar otra vez! ... ¿No es así?»


Gustos: los dulces, el color rosa, los juegos, Egliette, tomar siestas, observar las estrellas.

Disgustos: el Rey Calabaza, perder, la desobediencia, los mentirosos.

Dato del personaje:
A Fleta en realidad no le gusta leer, así que le pide a Egliette que lea todos los libros por ella.

                         Perfil psicológico

Fleta es la infancia: egoísta, testaruda, caprichosa. Se deleita coloreando libros, cantando, contando cuentos y jugando con amigos… pero no tolera perder. Al primer revés, inventa excusas, acusa de trampa o se escuda en una falsa condescendencia. Según el Espejo de la Verdad, Fleta miente. No mucho, no siempre, pero lo suficiente como para protegerse. Como toda niña herida.

«¿Cómo que no me conoces? ¡Después de todo lo que he hecho por ti!»

Fleta creció con una madre negligente.

Elisse, su madre, alguna vez fue una joven luminosa y soñadora. Quiso ascender en el mundo, abandonar la miseria que la consumía tras la muerte de su abuela. Pero cuando dio a luz a su segundo hijo, enfermó gravemente. El amor, antes posible, se volvió ausencia. Fleta —la niña que aquí nos ocupa— fue relegada. Invisible. Ignorada.

Y en ese abandono germinó su desdoblamiento. Fleta nació de la negligencia, como un intento de preservar la alegría perdida en un entorno cada vez más hostil. Y como toda niña sola, creó una amiga imaginaria: «la reina Egliette». Juntas gobernaban un reino que solo existía en sus juegos… hasta que encontraron las cartas de su madre. Maldiciones. Palabras negras deseando que jamás hubieran nacido. La fantasía se quebró.

«¡La carta está llena de mentiras! ¿Quién pudo haber escrito todas esas sucias mentiras?»


«¡No había manera de que Fleta creyera mentiras tan horribles!»


«¡No podía ser culpa de Fleta! ¡No podía ser culpa de Fleta!»

Todo eso. ¡Claro! Lo había hecho nadie menos que Lisette, siempre es ella. Es la razón de aquellas sucias palabras, esas desagradables palabras. No había otra persona a cual acusar menos que ella. Lisette siempre existió; no se presentaba, pero detrás de esos telones de un brillante resplandor en los ojos del juego eterno. Dónde siempre va existir. La relegada de las identidades.

«¡No había forma de que hubiera sido culpa de Fleta!»


«Simplemente porque había un culpable muy claro»


«El nombre de ese malvado culpable es——»

                          Relación con G

Fleta no olvida. Por eso se indigna cuando G —la protagonista— no la reconoce. Porque alguna vez compartieron un mundo hecho de juegos, y ahora ni siquiera puede recordar su rostro. Pero su rabia esconde anhelo. Fleta no desea hacerle daño: desea regresar a esos días. Desea que la recuerden, que la reconozcan.

Fleta es la inocencia encerrada en una burbuja de delirio, negándose a crecer. La infancia teñida de ignorancia, porque mirar el mundo duele. Es la princesa de un cuento sin fin, construyendo castillos donde nadie puede alcanzarla. Pero incluso los reinos imaginarios caen con el tiempo, y cuando lo hacen, los escombros no son de piedra, sino de memoria. Egliette es el resultado de esa necesidad: una figura autoritaria pero idealizada, una madre y una reina, una amiga y un dios.
En la conclusión final, G logra convencer a Fleta de decirle la verdad. El primer escalón en lograr recuperar su identidad, no es otro que mirar su niñez y perdonar su insensatez; todos esos años de ignorancia, berrinches, egoísmo. Termina quebrándose, no sin antes despedirse de G dejándola ver qué solo era un Eco que debía trascender. Cómo un fragmento de un cristal roto, este no se fragmenta más, solo se hace polvo y se disuelve esperando que algún día vuelvan a ser uno. 
Sí bien es la menos compleja con respecto a las demás, no deja de ser un mecanismo de defensa nacido tanto como amistad y forma de ser, siendo una forma de ignorar el mundo ”exterior” dónde su hermano, padre y madre la menospreciaban. Por algo siempre se comienza, la señorita de aquí fue la piedra angular por la que el cristal comenzó a resquebrajarse.

                    Área de Fleta: Dollhouse

La Casa de Muñecas constituye la morada de Fleta y Egliette. Es el lugar al que se accede tras hallar la salida del laberinto de rosas. El edificio cuenta con cuatro niveles principales, además de un ático relegado al olvido y un extenso jardín de rosas que lo rodea con su atmósfera enigmática.

    Hablemos del punto principal — El diario — uno en el que se relata como Fleta/G vivía en su vida cotidiana. Cómo los textos son algo inconexos, lo ideal sería analizar cada entrada.

En la primera entrada «13/4/1862» Fleta expresar como desearía tener una hermana gemela; ese deseo de pudo manifestar como una identidad, puesto que eso es lo que es Fleta: una hermana gemela. No es tan convincente, pero podría tener alguna conexión con Enjel.

13/4/1862

«Querido diario,
¡Ojalá tuviera una hermana gemela, así podríamos jugar juntas todos los días!»

Segunda entrada. Fleta expresa como el día era tan soleado, dulce y caluroso, digno para un gran juego. Su madre no deseaba verla, la pasaba en la habitación siempre. A falta de interés hacia ella, se comenzó a cultivar cierto rencor hacia Elisse: Su madre. Todo odio comienza con tristeza, con el anhelo de que las cosas no sean así.

«Hoy hizo mucho sol, así que intenté jugar con mamá, pero pasa demasiado tiempo en su habitación y no me habla tanto como antes. Me pregunto si estará triste porque papá no está...»

Tercera entrada «25/4/1862» Está recibe una muñeca especial llamada «Egliette». Ella es una amiga imaginario, un objetivo inanimado que cobro vida a través de los confines de la imaginación; su ser fue dotado por los mismos gustos del imaginador: mismo té favorito, mismos dulces favoritos. Cómo hemos establecido previamente, también se conceptualizo como una ”madre” aconsejadora para Fleta, suplantando la falta de atención por parte de Elisse. También parece tener cierto desprecio por los chicos, esto a raíz de que la ausencia de su padre por la guerra, desde su perspectiva era la razón para que Elisse dejara de comunicarse con ella de forma constante.


25/4/1862

«¡Papá me trajo una muñeca preciosa! Se llama Egliette y somos amigas desde hace mucho tiempo. ¡Le gustan el mismo té y los mismos dulces que a mí!»
«¡Jamás dejaré que mi hermano la toque! ¡Seguro que la romperá a propósito! ¡A Egliette tampoco le gustan los chicos porque son unos brutos! ¡Es tan obvio que papá es un chico porque va a la guerra otra vez! ¡No lo entiendo!»

Se insinúa en la misma linea de la entrada del diario que Egliette es la responsable de que exista la idea de la «Reina» y la «Princesa» como punto de escape para ambas de aquella realidad.
28/4/1862

«¡Estar con Egliette es divertidísimo! ¡Nunca me siento sola cuando estoy con ella! ¡Siempre me cuenta historias preciosas! ¡Mi historia favorita es sobre aquella vez que Egliette tuvo que elegir a las mejores bailarinas del reino!»

                                 Harpae

           «Me pregunto, querida mía... ¿de qué color será tu cabello?»

Gustos: el té de rosas, Goldia, la literatura, la música, las reglas.

Disgustos: el desorden, la grosería, los adultos, las multitudes.

Dato del personaje:

Harpae conoce la ubicación de cada una de sus pertenencias siempre que recuerde que existen.

                          Perfil psicológico

Harpae es el polo opuesto. Donde Fleta grita, ella susurra. Donde Fleta actúa, ella reprime. Harpae es protectora, disciplinada hasta el extremo, con un deseo irrefrenable de proteger a G —especialmente de Lisette, la más peligrosa de todas—. Lo hace incluso si para ello debe sofocar sus emociones, sus dudas… e incluso la voluntad de la propia protagonista.

Harpae es fuerte, leal, autosuficiente, culta. Se desenvuelve con soltura en la Mansión Secreta pese a su aparente ceguera. Su independencia es férrea, casi inquebrantable. Pero bajo esa fortaleza hay orgullo herido. Detesta la debilidad. Rechaza la ayuda. Ser percibida como inútil la destroza.



Cuando G comenzó a crecer, descubrió que para ser aceptada debía volverse perfecta. Sumisa, responsable, obediente. La hija ideal. En esa represión, en esa mutilación del deseo, nació Harpae. Pero incluso ella arrastra restos de Fleta: reacciones emocionales, cóleras mal contenidas. Porque no importa cuán dura se vuelva una máscara, sigue hecha de carne.

Harpae es llamada “la chica de los ojos límpidos”, lo que sugiere una ceguera metafórica. Es fuerte, sí, pero no se ve a sí misma. Y por eso fracasa una y otra vez en sus intentos de ayudar a G: porque no entiende que el control no es redención. Porque, en el fondo, nunca ha enfrentado un problema… solo ha intentado resolverlos de forma automática, como quien sigue un manual de conducta sin entenderlo.

«Érase una vez una muchacha soltera con una armadura brillante, dotada de fuerza y lealtad»
«Usando la resistencia y el secreto como armas, emprendió un viaje solitario»
«Asumir responsabilidades exigentes con el fin de convertirse en el mejor ejemplo de rectitud»

«Para proteger lo que nunca sería suyo. Para preservar su posición privilegiada»

                          Relación con G

Le encanta cepillar el cabello de G. No obstante,  no es un gesto trivial: es un intento desesperado por conectar. Por tocar, literalmente, a su creadora. Porque G es su reflejo, pero también su raíz. Harpae no quiere sólo protegerla… quiere absorberla. Convertirla en su proyecto perfecto. Pero cuanto más lo intenta, más se multiplica el espejo juzgador en el cual debería mirar cómo queda todo: 1, 2, 3, 4, 5, 6… La verdad se refracta infinitamente. Quién está viendo harpae es su auto percepción de control sobre las cosas, porque fue creada para ello: tener control y cumplir expectativas. Esto se demuestra con sus rigurosos estudios en música, arte, literatura, psicología. Sí existiera un manual para ser la "mejor", entonces harpae ya lo ha leído múltiples veces, de ello no debería quedar dudas. Para su madre no era así, para su padre tampoco, mucho menos su hermano: ella no era digna. Ella no merecía ser llamada la «Hija perfecta» o «Buena hermana» por su amado hermano.

«Lástima que su público no disfrutara su pequeña fantasía tanto como ella»

«¡No eres mi hija!—exclamó ella»

«No eres mi hermana!—se rió»

«¡No eres mi hija!—se burló»

                    «En realidad no lo era»

Y por eso, en un acto final de desesperación, se arranca los ojos.

Porque si todo lo que veía era una mentira… entonces no necesita ver nunca más.

Harpae colapsa bajo el peso del rol que se le impuso. Se creyó guía, pero fue prisionera. Se creyó escudo, pero era jaula. En la penumbra donde fue encerrada por su padre —llorando, buscando sentido— nació una versión de ella incapaz de mirar el mundo sin sangrar. Su madre, vencida por la culpa, ya no podía sostenerla. El hogar era ruina. Y Harpae fue su intento de reconstrucción.

Pero la ceguera nunca fue física. Fue elección. Harpae no puede ver lo que no está dispuesta a aceptar. Y en su final, al arrancarse los ojos, se rinde ante el vacío. Se consume.

¿Y entonces quién queda?

Lisette.

Lisette.

Lisette.

Siempre Lisette.

G no solo es un lienzo en blanco en todo esto. Sí ella decide cambiar, si ella decide realmente confiar en que Harpae estuvo haciendo todo bien, este dejara su control; el anhelo de tener todo bajo control, de ser todo para G. Ella nació para eso. Ella nació para protegerla. Esa fue su promesa: «No quiero romperme, Harpae» pero la misma jamás le dijo ”No quiero que te rompas, harpae”. Unas simples palabras bastaron, porque fue la convicción de que su identidad seguía ahí, sin estar distorsionada. La gran paladín finalmente abrió los ojos, vio a su hermosa princesa y sin resignarse se disculpo por haberse tratado asimisma como otros lo hacían, tratando de demostrar que podía ser perfecta.
«Yo, en cambio, no soy nada más que un atisbo de tu nombre»

                             Fiesta formal

Este es un evento que toma lugar en el área de Harpae. Cuando G tiene que pasar por la puerta «III» se encuentra en una fiesta llena de lujos, formalidad y gran glamour donde las carcajadas connotadas en egocentrismo reverberan las 4 paredes — cada una de las habitaciones — deslumbrantes. 

«Como todos saben, ¡nos reunimos aquí hoy para celebrar nuestros lazos como amigos y socios!»

El padre de G era un comandante, siempre al ojo de las miradas de los demás, esperando que su familia diera la talla de lo que esperaba. Sí imaginamos que G era Harpae, tendríamos los resultados de una adolescente intentando ser adulta, pero odiando la naturaleza del mismo. ¿Por qué? Lo odiaba porque en el fondo no era así, porque por cada falla solo recibía una estrenduosa represalia de su padre y un oscuro castigo siendo privada de la luz del sol dentro de una habitación cerrada, donde el único sonido audible eran los ecos de sus llantos.
«¡Esta será la última vez que me desobedecerás!»

«¡Ahora entra en tu habitación y no te atrevas a salir hasta que yo te lo diga!»

                        «Sí, padre...»

     «Vamos a estar aquí para siempre... Nadie vendrá por nosotras...»

«Una vez que te encierre en esta habitación, nunca volverá a por ti... Eso es lo que me dijo...»

                                   Lisette 

«Admítelo. Fui la única que te dio lo que más necesitabas... lo que más querías»

Gustos: las flores, el color blanco, Goldia.

Disgustos: las bromas, el color rosa, los lugares oscuros, llorar.

Dato del personaje: Lisette se deshace de sus sentimientos impuros proyectándolos en reflejos de espejos. Su verdadero yo permanece encerrada.

                         Perfil psicológico

Lisette no fue creada. Fue culpada. Señalada. Rechazada.

A diferencia de Fleta, que nació del deseo de jugar, o de Harpae, que surgió del impulso de controlar, Lisette emergió como la mancha que nadie quiso limpiar, el estigma al que se le atribuyeron todos los males. Cada vez que algo salía mal, Lisette era el nombre que se pronunciaba. No importaba si era verdad o no. Fleta mentía. Harpae se callaba. Y Lisette era el rostro visible del pecado.

El mundo alrededor de G necesitaba una villana —alguien a quien culpar para no asumir responsabilidades— y así fue como se le construyó un altar de ruinas a Lisette. Una figura nacida de la acusación, pero moldeada por el dolor.

La infancia de G fue un teatro de injusticia: cada mentira que salía de Fleta encontraba un cuerpo en Lisette donde aterrizar. Cada presión que Harpae no podía sostener se vertía en su espalda. Se le dijo que era peligrosa, violenta, inadecuada. Se le enseñó que debía purificarse, como si el error no estuviera en quienes la criaron, sino en su existencia misma.

Y Lisette, entonces, creyó.

No es un refugio, ni una máscara: es un espejo roto, uno que no embellece ni deforma, sino que devuelve la verdad sin filtros. Representa la enfermedad, sí, pero también la rabia, el grito, la frustración. Es el “no puedo más” hecho carne.

Ella no se rebelaba porque sí. Se rebelaba porque el cuerpo ya no podía seguir conteniéndolo todo.

Lisette es el residuo de lo que Fleta y Harpae no pudieron procesar. Donde una jugaba y la otra obedecía, Lisette gritaba. Donde una mentía y la otra fingía fortaleza, Lisette sangraba la verdad. Es la pulsión de muerte en un sistema que reprimió tanto la vida que ya no sabe distinguir el castigo de la expiación.

                      «Solo para volver...»


    «Con esa mirada inocente y repugnante tuya...»
    

                       «Lisette... por favor...»


                 «Por favor? ¿Por favor qué?»


             «Por favor, no hables de la verdad?»


        «Por favor, sigue fingiendo que no eres tan miserable como lo era mamá»

Todos estos sentimientos no sé concentran en un solo lugar, sino que aquel cristal se fragmenta; cuando los fragmentos no pueden partirse más, entonces el polvo ocupa su lugar. Por cada espejo hay una proyección suya, encarnando por supuesto las transitorias facetas emocionales a lo largo de la vida de G.
                            Relación con G

La relación entre G y Lisette es, quizás, la más desgarradora del juego. No por el daño evidente que Lisette intenta infligir —que sí existe—, sino por la verdad silenciosa que late detrás: Lisette no fue quien comenzó a lastimar. Fue quien cargó con todo lo que G no quiso mirar.

A lo largo de la historia, Lisette es agresiva, acusatoria, incluso cruel. Pero G, lejos de rechazarla, insiste en acercarse. Busca ayudarla, comprenderla, rescatarla. ¿Por qué? Porque sabe, aunque no lo recuerde, que es culpable.

No culpable en el sentido moral o legal. Sino culpable de haberla convertido en lo que es.

En uno de los momentos más reveladores, comprendemos que G le hizo cosas horribles a Lisette. No directamente, sino a través de la omisión, del abandono emocional, de la conveniencia de tener a alguien que absorbiera todo lo que dolía. Lisette se convirtió en el vertedero emocional del sistema psíquico: un basurero donde se arrojaban los pecados para poder seguir adelante sin cargar con ellos.

Aquí es donde el simbolismo religioso se vuelve esencial.

Lisette es el "basurero de Dios", concepto cabalístico que alude a la capacidad de lo divino para deshacerse del mal sin mancharse. En la estructura del Árbol de la Vida, Dios puede derramar su juicio sin que este afecte el equilibrio de las Sephiras —porque el mal va a otro lado. A un receptáculo inferior. A una grieta que no es sagrada.

En este contexto, Goldia sería ese "Dios" que nunca se ensucia directamente, que jamás hiere con su propia mano, pero permite que todo el sufrimiento —humillaciones, torturas, silencios— sea absorbido por Lisette. Ella es el Qliphoth interno, la corteza del alma que recibe todo el veneno que las otras personalidades no podían cargar. Es la cruz donde se clavan los pecados de las demás.

                     «¡Lisette, Lisette, Lisette!»


  «Todo gira siempre en torno a Lisette, ¿verdad?»

Lisette es crucificada emocionalmente. Se ahoga —literal y simbólicamente— en un tanque de agua, como si ni siquiera se le permitiera respirar por sí misma. Es la marginada, relegada a un circo: espectáculo grotesco de horrores donde su dolor se convierte en función. No tiene voz propia, solo una narrativa ajena que la define como la antagonista. Es la protagonista del show, sí, pero del show del terror. El monstruo que todos miran, que nadie escucha.

Y finalmente… se cansa.

Lisette no odia a Goldia por las heridas, sino por su indiferencia. Porque mientras ella se desangraba en la oscuridad del inconsciente, Goldia prefería no mirar. Prefería brillar. Prefería ser buena.


«Mi única opción es destrozarte... No hay nada que anhele más que tu amor...»

El acto de Lisette no es una traición: es una revancha simbólica. No busca destruir a G, sino forzarla a asumir lo que proyectó sobre ella. Y por eso G no puede rechazarla. Porque en el fondo entiende que Lisette es parte de ella, no como reflejo distorsionado, sino como espejo exacto de lo que se negó a aceptar.

                    «Finalmente te encontré»


                      «Eres Lisette... ¿no?»


       «¿No estás cansada de hacer el ridículo?»


        «¿Qué esperas obtener de todo esto?»


«¿Qué más podrías querer de mí en este  momento?»


                      «¿Entonces qué es?»


                  «Siempre dices que no...»


     «Siempre dices que esto no es lo que pretendías hacer...»


    «¿Qué se supone que debes hacer cuando lees esa carta?»


               «Eso es lo que eres...—####»


         «No eres más que una sucia hipócrita»


                        «¿Te lo dijo Harpae?»


      «A mí también me gustaría hacerme la inocente y escapar...»


             «¿Qué has venido a hacer aquí?»


       «¿Actuar como Fleta y burlarte de mí?»


         «¿O actuar como Harpae y regañarme?»

Siendo la última prueba hacia sí mismas, con respecto a los fragmentos de su propio ser. Sí G decide no aceptarse, no intentar ayudar a Lisette, una vez más se volver a romper, está vez de forma definitiva. Ni siquiera Dios pudo liberarla de ese circo; solo deseaba salir, acabar con todo. Su mejor acto de amor era desaparecer junto con su creador. Sin embargo, incluso este puede aceptar sus propios pecados. Sí una equivocacion se vuelve en un error, no queda más que aceptar el destino innegable de su existencia. Está vez no la estaba viendo a través de los ojos de Fleta — Ojos llenos de desdén, sin aceptación — Ni a través de los ojos de Harpae — Siendo ciega ante su incapacidad para cagar todo el peso, sin ver quién realmente la sostuvo en el fondo — Está vez la miraba G, quién le prometió expiar sus pecados, siendo ella en esta ocasión aquel basurero, pero uno en el que los males nunca más se guardarían.
«Yo expiaré mis pecados en tu lugar, todos ellos...»

                      «Gracias... ######»

        «Te quiero tanto como a Harpae y Fleta»

                           Área de Lisette 

Una nota en la biblioteca de Harpae habla de sus crisis: cómo arrancaba hojas, garabateaba sobre sus cuadernos, cómo se lastimaba con la pluma o se arrancaba mechones de cabello durante clases particulares. Se dice que incluso intentó atacar a su tutor, lo que provocó su renuncia. Pero nada de esto fue espontáneo. Lisette no era agresiva por naturaleza: era el resultado. Un síntoma de algo mucho más profundo que nadie quiso mirar.
[ Transcripción — Traducción ] 

Sargento Mayor Roman Per die Heilige:

Le dejo esta carta en relación con el comportamiento de su hija durante mis clases particulares. Creo que ya ha llegado a su conocimiento que no se encuentra en el mejor estado de salud, y le sugeriría que consulte con un médico.

Últimamente ha estado mostrando una extraña tendencia a la violencia, que se refleja en sus arrebatos de nervios durante las clases. Cosas como arrancar páginas de libros, garabatear repentinamente sobre sus propios apuntes y hacer berrinches cuando le pido que lea se han convertido en la norma.

Sin embargo, por muy inquietantes que parezcan estos comportamientos, sus verdaderas tendencias violentas se han agravado hasta el punto de arrancarse el pelo durante las conferencias e intentar hacerse daño con la pluma.

Yo mismo he sido en alguna ocasión blanco de estos comportamientos histéricos y, señor, me niego a tolerarlo más.

Le envío esta carta de renuncia con los mejores deseos.

Atentamente,
[Nombre del tutor]

                                      Enjel

            «Por fin has llegado a mí...»

Gustos: Pastel de calabaza, té Earl Grey, el color dorado.

Disgustos: ??????, los espejos, las calabazas, las mentiras.

Dato del personaje:

El mundo exterior fascina a Enjel.
Su deseo es poder montar un carrusel algún día, especialmente uno con caballos.

                                Relación con G

¿Por qué no hay sección de ”perfil psicológico” para Enjel? Esto se debe a que desconocemos gran parte de su historia, esencialmente tampoco es alguna parte de G— En este punto Gold#a — Solo es el reflejo de un ángel creado desde las fraguas del infierno; el demonio deseando tener algo tan bello como aquellos que surcan los cielos, creó a su propio ángel. Sin embargo, era imperfecta: impura, triste: sin alma. Ella es Enjel. Creada para engañar a G y conseguí su «Pocket mirror» con la promesa de convertirse finalmente en una persona verdadera, no solo existiendo dentro de aquel extraño lugar arraigada a una relación profunda, pero superficial, lejana y a la vez cerca de aquella niña de la que había sido frojada a imagen y semejanza.
Parte esencial de entender el funcionamiento de Enjel es saber qué representa. Ella es la última prueba para G: su trauma. El detonante es incierto, pero existe. Para ello existe Enjel; una entidad que se presenta como el ”otro lado” que siempre vigila a G, buscando abrazarla, consumirla y recuperar lo único que le da identidad con el fin de hacerse más real que ella. ¿Recuerda a algo? Esto comparte bastante similitud con lo que es un trauma: algo dentro de nosotros, parecido a nosostros, pero que realmente no pertenece a nuestra mente. Las heridas jamás sanarán, porque no podremos hacer que nunca hayan estado. Hay dos formas de aceotar esa clase de anomalías que chocan con nuestra realidad. La primera es permitir que se haga parte de nosotros, ocultándose, susurrando. Permitir no es aceptar, no es reconocer por completo nuestra propia existencia.

 Sí G decide permitir que Enjel tome el Pocket mirror, entonces está se romperá. Cómo un trauma, no puede emerger como algo capaz de materializarse en el mundo real, puesto que es algo que no existe físicamente. El afectado en cambio, tendrá que sobrellevar el mismo sin haber aceptado que pese a no pertenecer a su existencia, ya es el designio del destino que se debe afrontar.
En la otra cara de la moneda: sí está decide aceptar y abrazar ese trauma, reconociendo que incluso aquello que la daño en primer lugar, es parte suya; sin importar las cosas, sean buenas o malas, nos forman. Una herida puede formar parte de un nombre. Cuando G reconoce a Enjel, recupera por completo su identidad «Goldia» existiendo juntas como una única entidad y deshaciéndose de aquella forma que su madre le había concedido para evitar los pecados que arrastró hacia ella.

                   «No puedes hacer esto!»


                «¡Devuélveme lo que es mío!»


                       «¡Ven conmigo, Enjel!»


               «¡No me voy a ninguna parte!»


                 «¡No quiero tu compasión!»


                         «¡Quiero aceptarte!»


                 «¡No necesito nada de eso!»


               «¡No necesito tu aceptación!»


                            «¡Y te perdono!»


              «Estaré esperando entonces...»


      «Para que vengas y me digas tu nombre...»


G representa la lente a través de la cual la verdadera Goldia intenta comprender su situación. No es de extrañar que la apariencia infantil de G provenga del momento en que Goldia se hizo añicos. El hecho de que G desconozca su identidad y sus alteridades bien podría ser un intento de G#### de ver su mente desde una perspectiva externa, y una pista de esto es cuando el demonio, en forma de calabaza, le dice a G que "deje de fingir" de repente. Con esto quiero establecer que «G» no es exactamente la verdadera identidad, solo es un lienzo en el que el pintor puede percibir su propio arte.


G— El espejo de la verdad: el reflejo de la identidad.
A— Rosen Glöckchen: La última letra, que paradójicamente pertenece a la primera etapa de su vida personificada en la identidad conocida como «Fleta».
O— Haarbürste des Mondes: Siguiendo el orden inverso, está letra de su nombre pertenece a «Harpae» representando la segunda letra de su nombre. Esto indicaría como aquella caballero solo existe para proteger su propia identidad; «A» es la última, porque la niñez de G nunca desapareció, siempre estando oculta detrás de capas de distorsión hacia su «Yo».
L— Schnee Schere: Bajo el orden que seguimos, está letra es la más cercana a la «G» porque es el punto intermedio entre G-O donde se deshacían de los pecados, culpas y se auto despreciaban; la entidad no era otra que las heridas que clamaban piedad hacia su propia identidad: Lisette.
I— Messer und Gabel: Como la penultima letra, es el presentada en la historia como el último fractal para repara el espejo que le mostraba el verdadero «Yo» a G, no sin antes aceptar aquello que no pertenecía totalmente a su ser, pero que ahora era una parte fundamental de quién es.

                                     G

                                     O

                                      L
  
                                     D

                                      I                                 
 
                                     A


        «Estos son todos los recuerdos que quiero mantener cerca de mí»

              
          No existe una sección como las demás para Goldia, porque todas las demás son el «todo» que representa la identidad de ella. Fleta, Egliette, Harpae, Lisette. Todas son ella y ella todas.






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